Relación con el enfermo

Durante los días que pasamos en Lourdes tenemos que acoger a los enfermos y ayudarles en su caminar, como hacemos con el resto de peregrinos. No llegan a Lourdes para someterse a un tratamiento especial, llegan a la Gruta siendo unos peregrinos más, y a los hospitalarios nos corresponde sacar generosamente de nuestros corazones todo lo que el Señor ha puesto de bueno en ellos y ofrecerlo al servicio de los más necesitados.

No se debe atender al enfermo solamente desde el punto de vista sanitario, pues nunca nos encontraríamos con él. Se trata de amarlos íntegramente y ponernos a su servicio.

Muchos enfermos tienen como necesidad primordial el ser escuchados. Nuestra escucha debe ser inteligente, prestándole mucha atención, con una gran discreción y disponibilidad. También debemos usar nuestra absoluta discreción respetando un secreto que nos ha comunicado. Pensemos que al conocerlo nosotros, ese secreto pasa a ser nuestro y nos obliga a guardarlo.

Nunca se ha de mirar al enfermo con curiosidad, sino ofrecerle una profunda y cálida mirada. Santa Bernardita, al relatar una de las apariciones de la Señora, decía: “Me miraba como a una persona”. Esto es importante, mirar al enfermo como a una persona, sin falsos paternalismos. Incluso a las personas que no tienen una mirada consciente, hemos de ofrecerles nuestra mirada más cálida, pues aunque su ojos no lo puedan observar, a su corazón si le llegará.

Hace tiempo, en un programa de televisión en el que participaba un disminuido físico, el entrevistador le preguntó:
– ¿Cómo veis vosotros enfermos, a los sanos?

El chico enfermo contestó:
– Sois vosotros, los sanos, los que nos hacéis tomar conciencia de nuestro defecto por la forma en que nos miráis.

Es muy importante que al atenderles, lo hagamos delicadamente. A veces vamos con demasiadas prisas y podemos dar la sensación de brusquedad en nuestro trato. Si, por ejemplo, nos piden una manta, no lo hagamos de forma que parezca que tiramos un objeto sobre otro. No demos sensación de tener prisa y, sobre todo, hagámoslo con amor.

Otro aspecto importante es no defraudar al enfermo. Si nos hemos comprometido con alguna cuestión, cumplamos la promesa. Si no los defraudamos, ellos se sentirán comprometidos con lo que significa Lourdes y con la Hospitalidad.

No debemos de encontrar a los enfermos exigentes. Existen circunstancias, en íntima conexión con su enfermedad, que les pueden obligar a depender de nosotros. A ellos también les debe costar vencer muchos respetos humanos para solicitarnos algo demasiado íntimo. Esta atención debemos hacerla esmerada.

Ayudemos al enfermo, de forma delicada con nuestras palabras y actos, para no herir de ninguna manera sus susceptibilidades.

Este trato debe extenderse a cualquier persona o grupo que esté a nuestro lado en los actos que celebramos en Lourdes, aunque no sea de nuestra peregrinación. Que el idioma no sea un obstáculo para darle nuestro amor, nuestro cariño en forma de atención, acercarle un vaso de agua u ofrecerle una cálida mirada o una sonrisa.

Por último, pensad que muchos vienen a Lourdes por primera vez, o como si fuese la primera vez, llenos de ilusión y esperanza, y de esa primera impresión, somos nosotros, los hospitalarios, muy responsables. Seamos conscientes de ello. No olvidemos que nosotros, por nosotros mismos, somos pobres y debemos ir al enfermo con un corazón de pobres, humilde. Si hacemos un servicio al enfermo o les ofrecemos nuestra amistad o entrega, no es gran cosa comparado con lo que ellos nos enriquecen.

Todo lo que descubramos en nuestros cinco días de peregrinación ha de servir para vivirlo después, en nuestros hogares, al lado de nuestros amigos, o en cualquier ámbito donde nos movamos. Por eso, nuestro compromiso debe continuar donde encontremos enfermos que necesiten de nuestra escucha y comprensión.

Todo esto lo comprobaremos por nosotros mismos a través de la experiencia que obtenemos en Lourdes.

AL ENFERMO, ATENCIÓN, ESCUCHA Y AMOR